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Breves historias de vida - 12 de Enero de 2012

Un 28 de Enero

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A veces la vida nos tiene deparados caminos impensables. Y de entre aquellos despojos de humanidad suelen surgir las manifestaciones ecuménicas más geniales que el derrotero existencial ha creado.
Por 1890 fue dejado en la casa de expósitos un niño que, supuestamente, había nacido durante el transcurso de las tres semanas anteriores. Allí vivió durante ocho años hasta que fue adoptado por un matrimonio que residía en la Boca del Riachuelo.
Este “mosquito” trabajó de estibador, junto a su padre, descargando carbón en el puerto.
A los 17 años el maestro Alfredo Lázzari le comienza a enseñar dibujo y pintura. Y entre su espíritu autodidacta, que lo lleva a acercarse a la creación artística de Auguste Rodin, y los recursos aprendidos de su iniciador pictórico italiano, su estilo y su genio comenzó a dar los frutos que hoy engalanan la historia de nuestro arte.
Ni la tuberculosis logró evitar el paso de sus óleos y aguafuertes. Y el mundo supo de su arte recalado en las fosas aceradas del riachuelo encarnado.
Sus aguamarinas recorrieron todo el mundo vistiendo paredes cortesanas, museos, pinacotecas públicas y privadas. Su nombre proyectó nuestra cultura a sitios de ultramar, tal vez buscando ese origen atávico que la sangre reclama.
Benito Juan Quinquela Martín entregó su espíritu, en un día como hoy, a las alas de las crestas marinas, encontradas con la callosidad expresiva de manos laboriosas, que permitieron enaltecer, aún más, la historia de nuestra estirpe enquistada en la magnitud excelsa de su prolifera obra.
Adolfo Vaccaro, escritor argentino | mensajes@adolfovaccaro.com.ar | 2002 - 2024 | Textos disponibles en el sitio: 594