Adolfo M. Vaccaro Sitio oficial

Alejandro Dumas, continuador de la genialidad de su padre, te dio nacimiento en París, albergándote, en tus inicios de vida, en una cuna modesta y carencial.
El pasaje de tu adolescencia instauró, en tu cuerpo y en tu rostro, la enigmática belleza que hizo que tu existencia se contactara con la aristocrática bohemia de aquellos tiempos. Antes que tus fatigas se entregaran al sueno del eterno, Armando sustrajo, de tu inalcanzable amor, el último suspiro de tu aliento enfermo.
Por todo esto y mucho más, hoy deseo expresarte estas palabras, que no tendrán el alcance de su autor, pero que, de alguna manera, cubren el visaje tierno de mi estirpe consagrado a tu recuerdo.

Hoy, la historia
En su quimera numérica
Te aloja en un pasaje de tiempo
Donde la musa ensoñadora de los mitos
Corporizó tu piel y tus lamentos.
Eres un reporte sustancial de versos
Que mueren en la vívida novela
De quien te sufrió de ausencias,
Mientras tu cándida figura
Se desvanecía, lentamente,
Detrás de tus pulmones
Repletos de amor y de nostalgias
Exhaladas con el último suspiro.
Tal vez, en tu verdad atempórica
Me hayan intuido tus deseos,
En el ideal irrevocable
De las ilusiones truncas.
Igual que yo
Junto a esta magia
Que inunda a mi ser con tu leyenda
Mademoiselle Gautier.