En el estaño del dizque, un catador de avernos promete leyendas a sótano abierto. Trepado a su flete cabalga cisuras de siembras sujetas, pincelando auroras de adoquín desierto. Asertor de mitos, continente acervo, mano que transita manantiales cantos. Cenital que asombra la dulce ironía perfilando lengues de farol solitario, buscando percales de rancio fantasma, musitando austeras visiones de antaño.
El esplín requiebra un vaso cansado y el paso promete nuevos desvaríos. Silente ofertorio que pliega rescates, transponiendo aplausos trasciende cosechas, buscando reparo en la sabia esencia, prodigando al hombre siguiendo su estrella.