Es probable, que el sentimiento más desprovisto de intereses, egoísmos y celos sea la amistad, y por ser el menos condicionante es difícil de obtener. Los amigos son honorables, desprovistos de espíritu competitivo, confesores de dificultades y secretos profundos, epicúreos y estoicos, al mismo tiempo, y el espejo que proyecta la imagen de nuestro ser sustentando la confianza. Los amigos no son demeritorios respecto a nuestras carencias, debilidades, conflictos o abandonos, aunque sí les preocupa. Nos suelen dar una mano sin que la reclamemos, y si se la pedimos, nos entregan sus brazos para otorgarnos el apoyo que necesitamos. El amigo, es el filósofo que nos comprende, un aliciente que acompaña nuestras aspiraciones y quien acepta los errores sin cuestionarnos. Es hermano en ejercicio, conforme a la identidad recóndita, y lago, dónde el alma se ventea.
Constituye una sensación de infinito y libre pertenencia, y esa voluntad que se transfunde para sobrellevar la derrota y el fracaso. Es bálsamo que impide la magnificación del dolor y el estímulo que precisa nuestra índole.
En el terreno de los egoísmos es incomprensible gratuidad, el valor de lo indestructible y la razón ineluctable que somete a toda duda.
Tener un amigo, es disfrutar del crédito permanente que nos garantiza el camino del vivir.