Alma,
que incienso vuelves tu caudal de tertulias,
adelgazante muro
que separa la vida del olvido.
Láudano y ortiga
engrillan tus alas de barco sin puerto,
tornándote aurora boreal de fantasmas,
plenilunio añil,
que prieto de ojos
observa su vástago aflorando disperso,
y en diluyente suerte de espiral mirada
nos gime silencio.
Será de camelia
la espuma perdida en la última cresta.
O voz de Alejandro
volviéndose ramo a sepulcro abierto.