En cavernícola ráfaga
se crispa riolada la razón del hambre,
volviéndose diáspora,
negado camastro que a paso de odio
envuelve la tierra,
dueña de su entraña,
y el censor armado volviéndose ansia,
verdugo se colma de furia y entierro.
El ave rapaz esgrime
su andar democrático, viejo despojo,
yermando el sendero,
proclamando cruces en el oro negro
de víscera, pleno,
y el clamor detecta,
cruel epicentro que el poder irrumpe,
visión inclemente a párpado cerrado.
El suceso se espacia
en otra mortandad que sacra la vida,
convirtiendo infamias
por anoia noticia de lúcidas mentes
cegando su grito,
y en página blanca,
se desalma el todo porque nada tiene
ni aún el libamen de quien lo merece.