¿Qué es más inconmensurable, tu amor o tu olvido?
Tu amor es el uberoso sentido de mi hombría, que en cada latido se sujeta a pertenencia.
Tu amor es el pozo que contiene las aguas profundas detrás de mis ojos. Es dulcedumbre deteniendo la sangre en un recuerdo. La variable eternal de los tiempos. El conjuro orondo del recóndito deseo.
A pesar de esta vorágine que consume a mi sentir, una pared fue elevada cuando pronunciaste el infausto "Adiós".
¿Cómo concebir que lo sempiterno se transformó en efímero? ¿Porqué la flor quedó sólo en brote? ¿El ave sin alas? ¿La siega sin siembra? ¿Las olas sin mar?
¿Será acaso el adiós una ofrenda en sacrificio, que dignifica el silencio de la ausencia?
¿Será un carcelero que vigila el encierro del dolor en una cárcel repleta de recuerdos?
Me he transformado en un misántropo que sólo puede aceptar la breve visita de tus pasos, aunque deba escuchar mil veces la palabra que refrende tu partida.
Pero un segundo de tus manos sujetando los barrotes de mi celda; una sucinta mirada recorriendo en un instante el principio de mi angustia, sería suficiente.
Aunque volviera a reclamar como en otras tantas veces, tendría el consuelo de haberte encontrado; y aunque pronunciaras un nuevo "Adiós", únicamente sería un capítulo cerrado.
No quiero abandonar mi agonía, solitario.
¡Qué abunden las palabras repletas de adioses, susurradas por tus labios!