Sos un cascado cubilete de recuerdos, confesor de desacuerdos, de alegría y de ausencia; el esplín de su presencia y el dolor que yo remuerdo.
Fuiste la exigua morada que cobijó mi entrevero, el decir del agorero, la tibia luz de alborada, infaltable en la enramada que me vio llegar diquero.
Tu cuna ha sido el estaño que curtiera mis entrañas, desinhibiendo mis mañas, compadre de tantos años, nunca tu fondo es huraño, cuando en mis ojos te bañas.
El elixir de los dioses se arrodilló en tus adentros, descifrando desencuentros, exacerbando sus voces, de las pasiones feroces, fuiste el pródigo sustento.
Vaso eterno de mis días, que tiñó de mil sabores, mi sangre lleva colores de concisas melodías, un recuento de porfías y el sentir de mis amores.