Mientras estaban haciendo compras en un hipermercado de conocido nombre y dueños desconocidos, se encontraron en la góndola de las ensoñaciones el Futuro y el Pasado.
A medida que iban eligiendo entre sucesos y proyectos, comenzaron a dialogar como suele hacerse en un lugar de compras. Y como se estaba por conmemorar el día del Presente, buscaban algún obsequio con que agasajarlo.
El Pasado, revolviendo la mercadería que los anaqueles inferiores ofrecían, extrajo un poco de dolor abandónico, algo de pretérita alegría y un recuerdo de cómo se había salvado de la muerte. También se sintió tentado de llevar una pizca de añoranzas de padres, hermanos y amigos, pero el dinero no le alcanzaba.
El Futuro, por su parte, sustrajo de los estantes superiores el deseo de la casa propia, la aspiración del amor eterno y el periplo de los viajes por el mundo. Y como también estaba escaso de medios, no pudo adquirir el bienestar económico, la salud para toda la vida, o el sentido de eternidad.
Al día siguiente, cada uno por su lado, asistieron al festejo del “Presente” y se sorprendieron cuando volvieron a encontrarse en aquel evento que los reunía para celebrar el acontecimiento de ese amigo vinculante. Luego de saludarlo, entregaron sus regalos que, sin ser abiertos, fueron depositados en una pequeña mesa.
La fiesta alcanzó ribetes maravillosos. Fuegos artificiales, música bailable de reciente actualidad y apetitosos manjares enmarcaron la particular velada.
Mientras tanto, el Futuro y el Pasado, apartados del resto de la concurrencia y cansados de dialogar sobre cosas de antaño y de utopías, en un sillón de ausencias se quedaron dormidos.
“Si las ideas y los sueños representaran solamente utopías, entonces deberíamos pensar que nuestro accionar, defendiendo el sentido común, no es nada más que una absurda mentira”